ECONOMIA EN EL
PORFIRIATO.
El porfiriato coincide en un momento particular del
desarrollo capitalista, que ha sido llamado imperialismo. Este se caracterizó
por un nuevo tipo de capitalismo en el que los grandes países capitalistas ya
no se preocuparon por controlar de manera directa el mundo sino que lo hicieron
mediante la apropiación de sus recursos y fuerzas productivas como la tierra,
los minerales, los metales preciosos, la fuerza de trabajo, entre otros.
Los países latinoamericanos, México entre ellos,
cubrieron las nuevas demandas de los dueños del capital, quienes se sirvieron
de los estados nacionales para invadir la agricultura y apropiarse de los
principales recursos naturales. Para extraer las materias primas e introducir
los equipos y mercancías, el capital financiero estimulo la construcción de
puertos y ferrocarriles y, para que funcionara todo esto, los servicios
públicos.
Para conseguir el crecimiento económico de México
se promovieron políticas liberalizadoras de la economía nacional y se abrieron
las puertas del país al capital extranjero. Los capitales, poco a poco,
empezaron a arribar al país, procedente de las principales potencias
económicas:
·
Inglaterra. (concesiones mineras y la administración de istmo de
Tehuantepec)
·
España (industria de hilados y tejidos)
·
Estados Unidos (concesiones para construir ferrocarriles)
Gracias al capital extranjero, el país experimentó
un extraordinario crecimiento económico, pero esto, a su vez, generó nuevos
problemas. El crecimiento solo favoreció a unas regiones de México, provocando
grandes contrastes: unas regiones con grandes progresos económicos (como las
zonas metropolitanas de Guadalajara, monterrey, y la propia ciudad de México),
enfrentadas a otras con grandes atrasos (los estados del sur del país, como Guerrero,
Oaxaca y Chiapas) La riqueza generada en estos años, por otro lado no impacto
de manera significativa en los amplios sectores de la población y se concentró
en unas cuantas manos. Esto dio lugar a grandes tensiones y malestares, que a
la larga de expresaron en el movimiento revolucionario de 1910.
En lo económico, las tensiones de este régimen son
notorias: extraordinario crecimiento económico en aquellos sectores vinculados
con el mercado internacional, un claro estancamiento y abandono de aquellos
destinados al consumo interno, y particularmente en lo relacionado con la producción
de cultivos tradicionales como el maíz y el frijol.
Las puertas del país fueron
abiertas al capital extranjero y su arribo masivo hizo posible la espectacular transformación
económica registrada. Si en 1880 el total de las inversiones extranjeras en México
ascendían a 110 millones de pesos, para 1910 dicho monto ascendía a 3400 millones.
Fue tal la importancia del capital extranjero, que la surte de las regiones, de
sus elites y poblaciones, quedo marcada por la forma en que se insertaron al
mercado nacional e internacional.
El capital extranjero dominaba, casi de manera
absoluta, la minería, la explotación petrolera, la banca y los ferrocarriles. Cálculos
aproximados, estiman que para 1910 del total de las inversiones extranjeras,
38% eran estadounidenses, 29% inglesas y 27% francesas, mientras que el resto
se distribuía entre otros de menores importancia. Pero mientras que los
productos destinados a satisfacer el mercado mundial se elevaron de manera
acelerada, los productos de consumo básico entre la población nacional,
particularmente campesina, registro estancamientos e incluso retroceso. Las
contradicciones económicas se presentaron en prácticamente todos los rubros.
El crecimiento económico fue en
promedio de 2.7% anual, llegando a 3.3% en 1900-1910. Básicamente los sectores
orientados a la exportación fueron los que experimentaron un crecimiento
sumamente dinámico, en su totalidad las exportaciones aumentaron durante el
periodo en 600%. El crecimiento económico no fue resultado del proceso de maduración
de las fuerzas productivas nacionales, sino de factores externos.
MODERNIZACIÓN NACIONAL.
Los diversos periodos presidenciales encabezados
por Porfirio Díaz se caracterizaron por
haber “modernizado” al país. Esto significa que los avances más importantes de
la época arribaron a nuestro país y lo transformaron de manera sensible. La modernización
porfirista se vio claramente reflejada en dos ámbitos de la vida nacional: el económico
y el administrativo.
La modernización económica fue
posible gracias a la expansión del ferrocarril y al tendido de las redes telegráficas
y telefónicas. El ferrocarril era considerado como “la palanca del progreso” y
durante el porfiriato México cubrió su territorio con vías de acero de norte a
sur y de este a oeste. Las exportaciones hacia estados unidos se vieron
notablemente favorecidas por el ferrocarril esto provoco una estrecha dependencia
económica hacia Estados Unidos, circunstancia que hizo que Porfirio Díaz
exclamara: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.
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